La mirada acompañante

Todos los días iba al mismo bar, a tomar mi café u otra bebida, llevando siempre conmigo una libreta de anotaciones, mis bolígrafos y mis ideas, casi siempre tenia el mismo ambiente de pasividad, igualdad diaria, hasta que un día me sentí observado, la sensación de dos ojos amarillentos parecidos a los de un día soleado, a respuesta, les clave los míos, que no se quitaban de encima, no me dejaban concentrarme.

Era una figura negra, de pelaje pardo, casi atigrado, de una mirada profunda, antigua, de otros tiempos, inquietante, sagrada. Pasaron unos minutos, ninguno de los dos nos movíamos, la bestia suavemente emitía algún sonido casi como un silbido, sentía que me invitaba a acércame y tocarlo, ya que bajo la cabeza, para que nos unamos, que nos juntemos en nuestro tacto y sentidos.

Lo invite, acercándome y poniendo mi mano cerca del piso en actitud con la palma abierta y que el decida tranquilo su parecer, lentamente acerco su hocico, oliendo la mano con delicadeza y premura, al rato apoyo su boca en mis tres dedos, invitándome a acariciarlo, y así lo hice.

Creo que lo hicimos por varios largos minutos, y así lo seguimos haciendo cada día en mi hogar, recordando cada día ese gesto de unión afectiva, que con los años se convirtió en unión leal.


Por Kosmisch