¿Pero qué derecho tiene un señor o una señora por el hecho de que publica una columna en un periódico o participa en la radio o en la televisión o lo que sea, que se presenta como maestro dando su opinión, que por el hecho de que sea suya parece que por lo menos tiene la ambición de que otros lleguen a la misma opinión, no por un trabajo mental suyo, sino porque se lo ha oído decir al periodista, o al articulista que así piensa? ¿Qué espacio de libertad le queda al consumidor de la información para poder elaborar opiniones que son las suyas? Y cuando suponga que ya está habilitado a expresar opiniones que cree suyas ¿serán realmente suyas? ¿No será al contrario, en la mayor parte de los casos, al menos, un conjunto más o menos coherente de fragmentos de ideas subjetivas de aquellos creadores de opinión que se acostumbró a leer o a escuchar? Es decir, ¿tenemos nosotros realmente ideas propias? Pero incluso el supuesto ¿el llamado creador de opinión, tiene ideas propias? Aceptemos que la objetividad es imposible.
José Saramago
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